sábado, 30 de abril de 2011

Cohetes y Curas

Buenas noches. A estas alturas la mayoría de vosotros podéis imaginaros que mi afición por la ciencia supera muchos de mis rasgos, si exceptuamos mi capacidad para dormir en cualquier lado. Con este amor por la ciencia y el espacio tan arraigado en el fondo de mi alma, mi abuelo y yo emprendimos la construccion de varios cohetes caseros. Sin duda tenían mas cariño que diseño, diría que incluso una relacion de 99% de lo primero....Eran pedazos de metal burdamente trabajados con un propelente químico solido, lease, una mezcla de pólvora, azúcar y nitrato de potasio prensados. Llegamos a lanzar una docena de ellos. Pero sin duda el que mas problemas nos causo fue el Nº 8......Tenia yo ocho o nueve años y era un soleado día de verano (que idílico,¿no?). Y a las 6 de la tarde procedimos a realizar el lanzamiento. El cohete se fue a tomar por culo. Se soltó una aleta durante el despegue y se desvió del todo. La mala suerte dio lugar a que ese desvió se tradujera en "me voy a hacer una visita al cura". El párroco se encontraba en ese momento tomando algo en su jardín aprovechando el maravilloso día soleado que el señor le había otorgado. Entonces llevo un susto del demonio al oír la llegada de nuestro satánico artefacto, el cual pensó había sido construido por el mismísimo lucifer (nota del autor: dramatizacion). Cuando por fin reunimos el suficiente valor para ir a recoger nuestro artilugio nos encontramos al cura en un estado de ira. Amenazaba continuamente con excomulgarnos, cosa que la verdad no podía importarle menos a mi abuelo y a mi tampoco a día de hoy; y decía que estábamos completamente locos, lo cual he reconocer, teniendo en cuenta que estaba hablando con un anciano y un niño que manipulaban cohetes caseros y materiales químico inflamables, pues es una verdad como una catedral. Finalmente conseguimos calmarlo (la promesa de un par de botellas de la próxima vendimia funcionaron muy bien) y recogimos al numero ocho con el mayor de los cuidados y un guante de amianto. Y con ello termina esta anécdota. Me despido una vez mas.

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